¡Qué tema! Existen señoras a las que
usualmente llamo “viejas de mierda” y mi madre. Es una de las personas más
hinchapelotas que conozco en la vida. Desde que tengo uso de razón, recuerdo a
mi mamá como súper llorona, débil, molestaba a mi viejo por todo y por nada,
todo lo hacía un constante problema, con
decir que ni siquiera podía tener el control sobre mí cuando era pequeña sin
que quede el mar de lágrimas.
Ahora de grande he tenido que ver un montón
de escenitas de lujo, tengo que decir que estoy más que consciente de todo lo
que esfuerza y trabaja, pero por dios que le encanta hacer cosas más de las que
debe para que el resto le diga que las hace y luego nos manipule a todos por
eso.
Últimamente el tema de las enfermedades;
tiene achaques por todo, todo le duele, siempre se anda quejando y es cosa de
esperar que vuelva con su “vértigo” que dice tener, aunque apostaría plata y sé
que no perdería de que todo es una vil mentira para chantajearnos (justo
coincide su enfermedad cuando anda más con las mañas y no la pescan).
Si mi madre fuera un poco más relajada (sólo
un poco, con eso me basta y sobra) sería el paraíso, pero lamentablemente de
todo arma problemas, últimamente lo único que escucho salir de su boca son
pesadeces, nada está bien, no hay motivo para alegrarse, etc. Toda una “drama
queen”.
Por eso, y por el enésimo sábado consecutivo
donde nuevamente queda el desastre, por el cual logró su objetivo con sus
lagrimones y manipulación, que mi viejo nuevamente se enoje (algo propio de él)
esta vez quise hacer algo diferente: no quiero más alterarme por su culpa,
suficiente he tenido todos estos años de aguantar tanta escenita digna de un
síndrome pre-menstrual, es por eso que preferí desahogarme de cierto modo aquí;
es menos nocivo y así no descargo la tragedia en algún pobre mortal que no
tiene culpa.
Mamá, te quiero mucho, gracias
por parirme y por todo, pero no quiero ser una vieja de mierda como tú, espero con
toda el alma no repetir el ejemplo (y que no me castigue esta lengua).