jueves, 6 de diciembre de 2012

El Grinch de la navidad.

Está bien, no es que odie la navidad con todo mi ser como el Grinch, sólo que últimamente me siento tremendamente apática por todo lo que ocurre a mi alrededor (excepto por la teletón, pero eso es otro cuento), y de verdad no sé si será normal, pero cada año que va pasando mi interés por esta época del año decae.
No creo en dios ni en nada, de hecho, la religión para mi carece de toda relevancia en mi vida, no la considero importante ni necesaria para ser o no una buena persona (de nuevo los sentimientos apáticos), pero lo único que me agrada de esta época es que recibiré más de alguna cosita de regalo, y eso me pone un poco feliz. No es que ande haciendo alarde del consumismo ni de la gente que se gasta lo que no tiene en comprarle juguetes inservibles y malos a sus hijos maldadosos que los rompen, sino que en realidad me gusta la idea que me regalen algo que de verdad me hacía falta (en mi familia han sido las veces, contadas con los dedos de una mano, que hemos tenido estabilidad económica) y tener en mis manos algo nuevo es algo...especial.
Por eso espero la navidad, no con ansias (me da igual que armen o no el árbol) pero si llega algo mono, perfecto.